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Julio Cortázar en el “Mariano Acosta”. Marcas biográficas de su formación

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A partir de una investigación en el archivo histórico «Armenia Euredgian» de la Escuela Normal N.º 2 «Mariano Acosta» de la Ciudad de Buenos Aires, nos proponemos desarrollar tres versiones de la relación entre el escritor Julio Cortázar y su formación como docente durante la década de 1930. Nuestra hipótesis de partida es que la historia de una institución debe ser comprendida en el doble marco dado por la historia de la educación y la historia general del país. Por eso, preguntarse acerca de cómo la historia de la escuela se entretejió con la historia de la educación y del país busca desplegar indicios acerca de distintas configuraciones de la cultura escolar producidas por los sujetos que la habitaron. La primera de esas versiones remite a la posición más explícita del autor, que denuncia a la formación recibida como «una máquina de fascistas». La Escuela Normal, para esa época era oficialmente reconocida como un elemento de irradiación cultural, enaltecida y respetada en su papel de formación de ciudadanos para la República; es descripta por Cortázar como «un inmenso camelo». A través de sus imágenes, denuncia el incumplimiento de la función del sistema educativo de formación de ciudadanos y hombres cultos. La segunda versión de escuela se monta sobre la primera, desplazándose hacia una versión onírica y siniestra representada principalmente a través del cuento «La escuela de noche». En palabras del propio Cortázar se trata de «hechos imaginarios que han sido escritos como un equivalente simbólico de una realidad». Con su relato, nos invita a pensar que en la supuesta normalidad de la «Escuela Normal» se esconden fantasmas  oscuros, en el contexto de un período de avance de posiciones autoritarias en el país y en su educación. Finalmente, una tercera versión permite presentar una escuela donde los sujetos se rebelan contra los modelos propuestos en las versiones anteriores y la inscriben en otras tradiciones políticas, culturales y pedagógicas más democráticas. Esta lectura se evidencia mayormente a través de las formas concretas en la que Cortázar habitó la escuela en sus años de estudiante, y más concretamente como director de la revista Addenda, publicación de su Centro de Estudiantes.

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