SUMMARY
Usar el nombre de Dios en vano. Así se define la blasfemia. Lo mismo puede decirse de la política. Usar el nombre de la política en vano. Entre blasfemias, “eufemias” (Émile Benveniste), conceptos zombi (Ulrich Beck), parodias (Judith Butler) e ironías (Richard Rorty) se debate en la actualidad el juego de lenguaje (y, subsidiariamente, los juegos de palabras) de la política. En este artículo se abordan los “malos usos” del término política, aquellos usos que en tanto que “vanos” (dichos en vano) o “vacuos” (enunciados en el vacío) son proscritos por las policías del discurso (Michel Foucault), esto es, por los marcos disciplinarios y disciplinantes de la ciencia, la teoría y la filosofía política. Se defenderá, en este sentido, que, lejos de emplear la palabra política inútilmente, determinadas instancias sociales se reapropian del término en contextos de uso novedosos y lo resignifican, bien sea por saturación, cuando se propone una suerte de panpoliticismo (“todo es político”), bien por defecto, cuando se decreta su inoperancia.