SUMMARY
La vida de Artaud fue un periplo por las instituciones mentales que dejó profundas huellas en su concepción artística. Desde que entró en contacto con el cuerpo médico y se relacionó con sus psiquiatras se apropió del lenguaje y de las técnicas de estos, llegando a atribuir al poeta la función de terapeuta de una sociedad enferma y decadente a la que solo un arte que recurriera a una crueldad funcional podría curar. Operación quirúrgica, peste y descargas eléctricas son algunas de las metáforas a las que recurrirá para ilustrar la manera de despertar a un público que parecía haber sido hipnotizado por el diabólico doctor Caligari o por su avatar, Adolf Hitler. La figura del Fürher, a quien Artaud siempre afirmó haber conocido personalmente, constituyó para él una especie de doble siniestro que parecía haber desvirtuado sus propias ideas sobre el Teatro de la Crueldad. Frente a unos espectáculos hipnóticos que predisponían a las masas a aceptar una política higienista, racial y eugenésica de una crueldad desconocida, Artaud buscó en la medicina los medios para sanar a una colectividad que había perdido el sentido de la vida y cuyos individuos vagaban por el mundo como si fueran sonámbulos.