SUMMARY
Las oficinas existen en el imaginario de nuestra sociedad contemporánea como un espacio masculino donde circulan hombres blancos y heterosexuales, vestidos con trajes refinados y zapatos pulidos. Mientras ellos imparten órdenes a diestra y siniestra, las mujeres pululan a su alrededor, escuchando y acatando con la pericia digna de féminas educadas y elegantes, que alcanzan la eficiencia desde la invisibilidad del decorado. Si intentamos construir una imagen de las oficinas a mitad del siglo pasado, todo parecería girar en torno a estos hombres dignos del sueño americano.