SUMMARY
Mucho se ha hablado sobre la posición de la diferencia como motor dialéctico de la existencia singular kierkegaardiana. El pecado, el otro o el Otro fisuran la subjetividad humana y la obligan a una identidad que guardará siempre la herida. El sujeto de la escisión es, en este sentido, el existente mismo, y tal debe ser el caso si la perspectiva se concentra en la individualidad. No obstante, y desde el punto de vista especulativo, creemos que los mismos principios utilizados por Kierkegaard para explicar el dinamismo de la existencia singular nos llevan más lejos, a saber, nos conducen al absoluto mismo como sujeto último de toda alteridad, respecto del cual el singular hace la diferencia.