SUMMARY
En éste artículo nos proponemos reflexionar acerca de las formas en que nuestra izquierda[1] ha elaborado subjetivamente las repercusiones del feroz período comprendido por la última dictadura militar. Concretamente deseamos cavilar sobre la organización simbólica de la victimización y el reclamo de castigo propuesto por aquellos que han sobrevivido a los desaparecidos: madres, compañeros de militancia e hijos, fundamentalmente. Lo que buscaremos confirmar es que la izquierda ha conseguido hegemonizar el lenguaje punitivo para evaluar las tropelías de las Fuerzas Armadas, sin permitir implicarse a todo aquel que discrepe de su versión oficial; sintetizando: la izquierda castiga como una reivindicación sectorial y no social[2], razón por la cual ha creado un hermetismo en el que sólo dialoga consigo misma. De todo esto advertimos al menos una consecuencia, nefasta por otro lado, que es haber desistido del intento de hacer con lo acontecido algo realmente creativo, como en gran medida buscaban efectuar en términos políticos aquellos por los que hoy reclaman quienes reclaman. Aunque muy impreciso, definimos como “nuestra izquierda” al conjunto de organizaciones y/o agrupaciones que han logrado imponerse como los portavoces de una degradación que indudablemente a todos nos ha afectado. No es llamativo que los pedidos de castigo sean grupusculares, aunque precisamente deseamos que la izquierda construya otro camino que se aleje del mero revanchismo y permita ilusionarse con un intersticio nuevo, sin precedentes, acerca del papel que le encomiende al escarmiento.