SUMMARY
En 1799, cuando falleció María Antonia de San José, el pintor José de Salas la retrató “por afecto a esa Señora”, pues era una figura apreciada por los vecinos de la sociedad porteña. Es que María Antonia organizó los Ejercicios espirituales en distintas ciudades del Virreinato del Río de la Plata y fundó la Santa Casa en Buenos Aires pese a que la Orden de los Jesuitas rechazó la adhesión formal de las mujeres. Además, la Compañía de Jesús había sido expulsada en 1767 a causa del decreto firmado por Carlos III. Sin embargo, cuando ella falleció, las autoridades eclesiástica y monárquica cuestionaron esos logros. En ese contexto, mediante la experiencia social el retrato de María Antonia pintado por José de Salas adquirió un rol singular en la memoria institucional de la Santa Casa. El análisis de dicho cuadro desde los estudios de la cultura visual permite comprender las transacciones sociales y culturales que interactuaron en la representación de María Antonia y las vicisitudes de esta imagen en el camino por encontrar un sitio para la memoria.